Karlismoak sustrai sakonak izan zituen Arrasaten XIX. mendean. 1830 inguruan piztu zen mugimenduak gogor astindu zuen gure herria, liskar armatuak izan zituen bi aldietan. Eta interesgarria iruditu zait pixka bat arakatzea dokumentu erregistroetan, gizarte arrasatearraren baitan korronte ideologiko politiko hark utzitako ondorioa.
Bigarren karlistada izan dut langai, 1872-1876 tartea hartzen duena. Agian aurrerago batean 1833-40 urteetan ariko naiz, baina gero gerokoa. Oraingo nire ekarpena hamar kapitulutan zatitu dut, irakurketa errazagoa egiteko.
1.- Karlismoaren jatorria eta Arrasateko giroa
7.- 1873ko abuztuaren 7
8.- Gerra guztiek, gutxienez, bi bando dituzte
9.- Herriko bizimodua aldatzen da
10.- 1874-1876 aldia eta gerraren amaiera
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1873ko abuztuaren 7
Testua, bestalde, “Narración Militar de la
Guerra Carlista de 1869 a 1876 por el Cuerpo de Estado Mayor del Ejército”
hirugarren tomotik dago hartuta. Eta nik erabili dudan zatia, Miguel
Madinabeitia Altubek hitzez hitz kopiatu zuen eskuz, 1899ko otsailaren 26an La
Habanan. Kuban zegoen Miguel Madinabeitia, Arrasateko udal idazkariaren semea
zen Kubako Miguel Madinabeitia, eta uharte karibearrean bizi zen. Irakur
dezagun kronika Madinabeitia Altubek
kopiatu zuen moduan, azpimarrak nireak direla adieraziz:
“Este día 7 (1) se rindió la villa de Mondragón; suceso que merece lo narremos en detalle. Estaba guarnecida dicha villa por una corta compañía de Luchana de 40 hombres, 30 soldados de diversos cuerpos, en su mayoría enfermos, y unos cuantos voluntarios; ocupaban estas fuerzas.
“Este día 7 (1) se rindió la villa de Mondragón; suceso que merece lo narremos en detalle. Estaba guarnecida dicha villa por una corta compañía de Luchana de 40 hombres, 30 soldados de diversos cuerpos, en su mayoría enfermos, y unos cuantos voluntarios; ocupaban estas fuerzas.
Alguno de los voluntarios, de reconocida importancia en el pueblo, impresionado por hechos recientes y temeroso de verse comprometido, capituló con Lizárraga, a quien entregó alguna cantidad, a condición de que le permitiera salir libremente del pueblo, conducta censurable, y más aún por ser aquél uno de los que habían contribuido a la formación de la referida fuerza. Tal conducta y otras circunstancias del momento entibiaron mucho el ánimo de los voluntarios. El comandante militar, capitán Landa, dándole al asunto la importancia que tenía, dirigió al General en Jefe el oficio que a continuación se copia:
Antonio Lizarraga jeneral karlista |
La retirada por V.E. de las guarniciones de Salinas, Escoriaza y
Arechavaleta ha contribuido también poderosamente al desaliento de estos voluntarios;
y viendo yo soliviantados los ánimos, he dispuesto reunirlos a todos para oír
sus quejas, y me he convenido de que la inmensa mayoría está decidida a
entregar sus armas y marcharse de la población, si V.E tiene a bien mandar una
columna que los acompañe.
Yo les he hecho comprender que, como militar, no podré nunca abandonar el puesto que se me ha confiado, mientras me quede un solo cartucho, y por consiguiente, que necesitaba a mi lado hombres de decisión para un caso supremo, pero son en su mayor parte, excelentísimo señor, padres de familia y muchos de arraigo y responsabilidad; y esto, sus hijos e intereses, les preocupa ante todo y sobre todo; y por consiguiente, los considero para el caso de que el enemigo atacara la población un grande inconveniente para la defensa, pues pudiera introducir el desaliento entre mis soldados, que como siempre se hallan animados del mejor deseo.
Yo les he hecho comprender que, como militar, no podré nunca abandonar el puesto que se me ha confiado, mientras me quede un solo cartucho, y por consiguiente, que necesitaba a mi lado hombres de decisión para un caso supremo, pero son en su mayor parte, excelentísimo señor, padres de familia y muchos de arraigo y responsabilidad; y esto, sus hijos e intereses, les preocupa ante todo y sobre todo; y por consiguiente, los considero para el caso de que el enemigo atacara la población un grande inconveniente para la defensa, pues pudiera introducir el desaliento entre mis soldados, que como siempre se hallan animados del mejor deseo.
En vista de lo expuesto, V.E, con su elevado criterio, se penetrará de lo
crítico de la situación en que me pone la actitud de estos voluntarios,
rogándole se digne adoptar la resolución urgente que el caso requiere.
Se ha propalado también hoy la especie de que teniendo los voluntarios que
abandonar la población, se iban a llevar por delante a 50 ó 60 de los trabajadores
de la fábrica de cerrajería, sita en esta población y abandonando todos
ellos sus trabajos se han marchado del pueblo en diferentes direcciones,
causando la consiguiente alarma en la población. Inmediatamente me he
presentado en la fábrica y llamando a su administrador he hecho saliesen
emisarios para que hiciesen volver a los trabajadores y les hiciesen comprender
lo absurdo de la especie que ha motivado su idea, y que yo con la fuerza de mi
mando les garantizaba de que sus personas, lo mismo que todos los demás vecinos
de la población, serían respetados; por consecuencia de lo cual que muchos han
vuelto a sus trabajos y he encargado a las familias de los demás les busquen y
hagan que vuelvan a sus trabajos con toda seguridad.
Todo lo que tengo el honor de poner en su superior conocimiento de V.E,
para que disponga lo que estime conveniente”
El General dio traslado de este oficio al brigadier Loma (2) a fin de que
en las facultades que le competían aumentase la fuerza de dicho
destacamento, si lo juzgaba necesario, o lo retirase, si lo exigían las
circunstancias del momento. Como vamos a decirlo se precipitaron los sucesos.
Animado Lizárraga por el resultado obtenido en Elgoibar, resolvió atacar
los pequeños destacamentos de Guipúzcoa. En la mañana del 7 se presentó con
unos 200 hombres en las inmediaciones de Mondragón, y dirigió al comandante
militar el oficio que a continuación copiamos:
“Deseando alcanzar el triunfo de la santa causa que defendemos, sin
derramar la menor sangre posible, que por poca que sea produce consternación y
días de luto y de lágrimas en los pueblos. Deseando siempre que mi conducta
esté en conformidad con los principios que defendemos y de conformidad con los
antecedentes siempre nobles y leales de la fuerza católica. Y para que nunca se
diga que hemos sorprendido y atacado sin consultar la voluntad del enemigo, que
tal vez de no obrar así podría excusarse con pretextos débiles y falsos:
1.-Se rendirá con armas y efectos de guerra en el improrrogable término de
una hora a contar desde el momento que reciba esta comunicación.
2.- Si la guarnición depusiera las armas, podrá contar con el mayor respeto
a su vida y efectos, dando además a sus individuos un pase para el punto que
crean más oportuno.
3.- De no admitir las proposiciones citadas, se empezará el fuego sin
pérdida de tiempo, utilizando para la destrucción del fuerte y exterminio de
las vidas, todos cuantos medios tenga a mi mano, sin escasear el petróleo y
paja etc. etc. pudiendo estar seguros que la negativa será su sentencia de
muerte, sin consideración a los lamentos que puedan preceder a sus últimos
instantes, como en el pueblo de Elgoibar sucedió”
Le contestó el comandante militar que en manera alguna se hallaba en el
caso de entregarse y sí resuelto a defender el puesto que se le había confiado,
mientras le quedara un sólo cartucho y que, por lo tanto, podía romper las
hostilidades cuando le pareciera.
Lizárraga insistió en la rendición en otro oficio, que copiado dice así:
“Alabo y confirmo su opinión de que el militar no tiene más patrimonio que
el honor, y éste consiste en defender lo que en convicción se cree que es
bueno, y nos obligamos a ello con juramento o palabra formal para con un
Gobierno determinado y seguro.
¿Pero por ventura se obliga V. acaso, y empeña su honor con defender esto
que actualmente se llama Gobierno?
Es V. buen militar y buen caballero y supongo que no. Piénselo bien antes
de empezar las hostilidades; quizás, y sin quizás, es casi seguro que se
sacrificarán las vidas de unos cuantos muchachos, que al entregarlos su madre
para defender la patria, lo menos que podía imaginarse era verlos en esta
difícil y triste situación; y permítame V. le diga no se equivoque en
estos momentos al decir que faltaría al honor en rendirse sin hacer la
resistencia posible. Considere V. por consignados en nuestra
comunicación los tres artículos que en la anterior, atreviéndome a suplicar a
V. que deje salir a los nacionales, ya que su intención es no batirse; no les
obligue a sacrificar lo que no tienen intención, exponiendo a sus
familias a conflicto, que V. atendido su buen corazón sería el primero en
lamentar”
El comandante leyó este oficio a los voluntarios y contestaron los más que
estaban dispuestos a defenderse, pero negativamente algunos. En su virtud,
contestó aquél al cabecilla en los mismos términos que la primera vez y previno
que podían salir los voluntarios que lo deseasen, pero sin armas.
Los carlistas colocaron dos cañones en el alto de Santa Bárbara, y se apoderaron de
algunas casas desde cuyas ventanas rompieron el fuego, a la vez que la
artillería, a las dos de la tarde. A las cuatro, los carlistas empezaron a
hacer uso del petróleo e incendiaron la casa que comunicaba con el
Ayuntamiento, por medio de botellas incendiarias; a las cinco ardía el paso de
madera y se abandonó dicha casa. Continuó la defensa de la casa Ayuntamiento
hasta las nueve, pero por temor al incendio fue abandonado también, habiendo
antes enviado a la iglesia los enfermos, un herido y las municiones. Debemos
advertir que a causa de las lluvias hubo el 5 un hundimiento en el camino
subterráneo y el comandante temía, por igual motivo, otro nuevo
desprendimiento que le incomunicara con la iglesia.
Limitada a ésta la defensa, el comandante cortó dicho camino. Arrojaron
entonces los carlistas a las inmediaciones de la iglesia botellas y cohetes
incendiarios, hacinando al propio tiempo grandes cantidades de leña y paja
con pimienta picante, con objeto de lograr que se propagara el incendio a
aquel recinto; penetró desde luego en éste un humo tan sofocante que obligó a
los soldados a romper los cristales de las ventanas para poder respirar más
libremente. A la una de la madrugada Lizárraga incendió una casa contigua a la
torre y fue ésta abandonada durante unos minutos, por temor a la asfixia de los
que la ocupaban, perdiendo mucho con esto la defensa porque desde ella se
dominaban las ventanas y palomares de muchas casas ocupadas por la facción.
Durante la noche no se interrumpió el fuego de fusilería, si bien el
cañón carlista cesó de tirar desde las ocho y media hasta las cinco de la
mañana. A las diez y media de la mañana del 8, los cornetas carlistas tocaron
“alto el fuego” y al poco tiempo se presentó un muchacho del pueblo con bandera
blanca, y entregó al comandante un oficio de Lizárraga, intimidándole a la
rendición por tercera y última vez:
“Hace una porción de horas- decía- que se ha roto el fuego; los ánimos se
van enconando a manera que el fuego se va prolongando y si ayer las desgracias
que hubiéramos tenido que lamentar hubiesen sido como uno, hoy no respondo de
lo que pueda suceder, en vista de la tenaz resistencia, que me obligará, señor
comandante, capitán, a empezar enseguida, si no admite, por última vez, la
proposición favorable de que ayer le hablé, a hacer uso de las bombas de
petróleo que tengo preparadas más los cartuchos de dinamita que harán volar la
iglesia sin dejar piedra sobre piedra.
Auxilio de las columnas es inútil esperarlo; lo único que V. podrá
conseguir es alargar por pocos instantes la resistencia, pero hacer ineficaz
nuestro ataque, jamás. Se ha defendido el puesto hasta con heroísmo; los
instantes son pocos y es preciso aprovecharlos; dé V. pues, una contestación
categórica y será la que marque un día de nueva dicha para este pueblo o muchos
de desventura e infortunio, de que pedirán a V. cuenta muchas viudas y
huérfanos”
Ante esta intimación se rindió el destacamento. El Comandante explica así
esta última parte de la defensa:
“Antes de recibirse esta tercera comunicación,
empezaron a propalar en la iglesia los voluntarios las especies de que el
enemigo había colocados dos cañones en la casa consistorial y que por la noche
se ha habían hecho grandes trabajos para asolar la iglesia, lo cual produjo la consternación
y espanto entre todos ellos. Mis soldados y yo estábamos dispuestos a morir
antes que rendirnos, pero ante la ruina de cinco casas que ardían a la vez ante
las lágrimas y súplicas de 40 ó 50 padres de familia que me pedían la
rendición; ante los lastimeros ayes de las esposas e hijos de los voluntarios
que conmigo estaban en la iglesia, y que desde el pueblo nos gritaban, temiendo
con fundamento que de continuar defendiéndonos no podían sino esperar el
exterminio de todos sus bienes y, últimamente, la pérdida de sus vidas; ante la
carencia absoluta de víveres en que me encontraba y, por fin, sin conocimiento
de que columna alguna pudiese venir en nuestro auxilio, por lo difícil de las
comunicaciones, y que ignoraría tal vez nuestra situación, mi corazón se
contristó y si alguna falta ha habido en mi proceder militar, del cual tal vez
porque mi razón se hallaba en aquellos momentos perturbada, no me arguye la
conciencia, sólo y últimamente, yo soy el responsable pues todos sin distinción
alguna, han defendido sus puestos con bravura.
Y en este estado, consultando la voluntad de
voluntarios y tropa, como quiera que los primeros suplicaban la rendición, y
los segundos contestaron que, rendidos de fatiga y sin haber comido en treinta
y cinco horas otra cosa que la pequeña cantidad de pan que les suministré a las
tres, no podrían por mucho rato continuar la defensa, tuve con dolor de mi
corazón que convenir con el enemigo en la entrega de armas y municiones, las
cuales puedo asegurar a V.S. estaban en su mayor parte inutilizadas, las unas
por razón del mucho fuego que se hizo y las otras porque los mismos soldados
las inutilizaron”
Diodan, nahiz eta egun latz hartan Arrasate erasoten egon zen jakiterik ez dagoen, Arrasateko karlista ospetsuenetako bat Toribio Agirrre izan zela, gero -liberaletara igarota- enpresa buru handia bihurtuko zena. Horrezaz idatzi nuen duela zenbait urte. Eta horrela amaitzen da egun haren gaineko kronika odoltsua, irabazleen bertsioan. 1873ko abuztuaren 7 hark arrasatearron kontzientzian egon beharko luke, hil kanpaiak jo baitzituzten, batzuentzat eta besteentzat.
(1) 1873ko abuztuaren 7
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